Todos hemos escuchado decir que el dinero no compra la felicidad. También es posible que alguna vez nuestros padres nos hayan dicho que el dinero no crece en los árboles. Puede ser que también conozcamos expresiones como “Poderoso caballero es don dinero”, o la siempre popular “Con dinero baila el perro” y la menos optimista “El dinero corrompe”. El dinero forma parte de muchas de las expresiones que usamos y sin duda en muchas de ellas, no sale bien parado. Y es que el dinero suele tener mala fama y pocas veces nos animamos a aceptar que el dinero importa.
Es cierto que el dinero no compra la felicidad, pero sin duda la falta de él dificulta desde la satisfacción de necesidades básicas hasta el cumplimiento de sueños y el desarrollo pleno de nuestro potencial como individuos.
¿Qué es el dinero?
La respuesta puede parecer obvia pero ¿cuántas veces te has detenido a pensar qué es el dinero? Esencialmente, el dinero es un medio de intercambio.
El dinero es una convención social con una naturaleza transaccional. Con esto queremos decir que la sociedad ha acordado que para poder operar, funcionar y realizar transacciones, se necesita un instrumento que sirva como unidad de medida.
Ya sean billetes, monedas, cheques, tarjetas de débito o de crédito, transferencias electrónicas o criptomonedas, se utiliza el dinero como forma de pago.
Si bien el dinero significa diferentes cosas para diferentes personas, no es ni bueno ni malo. Es una herramienta que permite adquirir bienes y servicios. Independientemente del significado que le demos, todos necesitamos dinero para sobrevivir en este mundo.
¿Para qué sirve el dinero?
El dinero tiene tres funciones principales:
- Medio de pago para adquirir bienes y servicios. Esto significa que las personas pueden intercambiar el dinero que tienen por lo que quieren, sin necesidad de utilizar el trueque, como se hacía hace cientos de años.
- Unidad de cuenta, o medida, que sirve para fijar precios.
- Reserva de valor. El dinero puede ahorrarse para ser utilizado más tarde.
Desde un punto de vista puramente económico, a través de estas funciones, el dinero permite el crecimiento económico y promueve la estabilidad.
Pero más allá de eso, la cosa con el dinero parece ser un poco más compleja cuando se trata de nuestra relación con él.
Al dinero le colgamos muchos milagritos pues sin duda estamos conscientes de que su valor va más allá de estas tres funciones.
Según un estudio realizado por la Universidad de Pennsylvania, el dinero importa para la felicidad porque: “Cuando tienes más dinero, tienes más opciones sobre cómo vivir tu vida”.
Sin duda, el dinero nos da acceso a experiencias. Estas pueden ir desde lo más vital, como tener qué comer o un techo, hasta lo más superficial, como comprarse unos tenis chidos, no porque los ‘necesitas’ sino porque están de moda.
Ya en un plano más romántico, estas experiencias pueden enriquecer nuestra vida y la de nuestros seres queridos, cumplir nuestros sueños, transformar nuestra experiencia como seres humanos y hasta permitirnos desarrollar plenamente nuestro potencial.
Comprarle una casa a nuestros padres, pagarle la universidad a nuestros hijos, poder costear una enfermedad o un imprevisto, financiar el emprendimiento de una idea, conocer otras culturas y otras formas de vida. Nada de esto sería posible sin dinero.
¿Por qué decimos que el dinero importa?
Aparte de su definición desde la economía, el dinero cobra importancia en la medida en la que nos permite ir más allá de la satisfacción de necesidades básicas.
El dinero puede mejorar el bienestar y la calidad de vida de las personas, no solo porque les permite satisfacer necesidades y deseos, sino porque también puede proporcionar seguridad financiera y dar acceso a oportunidades para desarrollar habilidades y adquirir conocimientos.
Puede ser que tengamos la impresión no solo de que el dinero es importante sino de que es importante tener mucho dinero. Pero ¡aguas! Esta es una trampa. Más importante que la cantidad, el dinero importa en la medida en la que lo sabemos cuidar.
Y es que el dinero importa como un medio, tal vez no como un fin en sí mismo. Sí, puede ser la llave para una mejor vida, pero si no se aprende a manejarlo correctamente, a invertirlo en lugar de malgastarlo, no hay fortuna que dure.
En ese sentido, saber manejar bien los recursos con los que se cuenta es indispensable. La educación financiera parece ser la clave.
La mayor parte de la población trabajamos duro para ganar dinero. Pero no todos le damos la misma importancia a la educación financiera. Y es el elemento que bien puede hacer la diferencia entre unas finanzas sanas y un bolsillo enfermo y apretado.
En México somos muy de decir que hablar de dinero “es de mal gusto” o de mala educación. Nada más lejano de la verdad. La educación financiera empieza cuando hablamos de dinero y le damos su justa importancia.
Si eres de los que les cuesta trabajo entrarle al tema, esta entrada es para ti.
Saber manejar bien el dinero que se tiene implica hacer una buena planificación financiera, darle su lugar al ahorro y aprender a gastar de manera responsable. Tener claridad en cómo se utilizan los recursos económicos que se tienen a la mano puede ayudar a evitar problemas financieros y permitir alcanzar objetivos a corto y largo plazo.
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