Si alguna vez has oído hablar del comercio justo, es probable que lo relaciones con productos caros. Sí, esos artículos atractivos y con causa, que a veces se salen del presupuesto, pero igual los compras con la mejor intención de generar un cambio. También es posible que relaciones el término de comercio justo con productos orgánicos o ecológicos, que cada vez están más de moda y que igual implican un gasto adicional que los productos del mismo tipo que no llevan esta etiqueta.
Los productos orgánicos y ecológicos buscan la mejor forma de usar recursos naturales para obtener alimentos más saludables y nutritivos, sin químicos dañinos. El comercio justo se preocupa por el medio ambiente, pero no se limita únicamente a la producción orgánica; además, está relacionado con productos para todo uso, no sólo comestibles.
En cualquiera de los casos, elegir comprar productos que otorgan un valor adicional al funcional (en este caso la causa de comercio justo o la cualidad de orgánico) representa un gasto adicional que muchas veces pasas por alto anteponiendo tu espíritu revolucionario a tu planeación financiera.
Pero aunque sea por una buena causa, comprar por impulso nunca ha resultado ser un buen negocio. A mediano y largo plazo, hacer un ejercicio de conciencia antes de completar una decisión de compra podría ser la diferencia entre conservar tus finanzas sanas y realizar compras estratégicas o terminar comprando “solo para lo que te alcanza”.
Entonces, antes de pensar en comprar algún producto para ayudar a un tercero, habrá que pensar qué es lo que ayuda a mantener tus finanzas sanas y salvas, y eso comienza comprendiendo qué es el comercio justo y qué es lo que promete.
¿De qué se trata el comercio justo?
El comercio justo toma en cuenta todo lo que tiene que ver con el valor de un producto, y esto no solo tiene que ver con su precio.
Según el sitio de la Organización Mundial del Comercio Justo (WTFO), el comercio justo es un sistema que certifica productos que cumplen un conjunto de estándares relacionados con su producción y distribución. Estos estándares incluyen no solo un trato digno al medio ambiente y a los recursos naturales, sino también a las personas que intervienen en toda la cadena de producción.
Cuando te tomas un café o te compras un pantalón, rara vez te detienes a pensar en el trato que recibieron las personas que cultivaron los granos de ese café o que operaron las máquinas que cosieron tu pantalón.
¿Qué quiere decir todo esto? Que más allá del cuidado del medio ambiente y la sostenibilidad, al comercio justo le importa el impacto social y las personas que hay detrás de cada uno de esos productos.
Para equilibrar las reglas bajo las cuales funciona el comercio internacional, esta forma de comercio busca un diálogo participativo basado en un decálogo que tiene como objetivo un crecimiento económico incluyente. Conócelo aquí.
Entonces, ¿vale la pena pagar el precio extra para asegurar el valor que el “producto especial” ofrece? Antes de responderte esa pregunta a ti mismo, habrá que conocer la diferencia entre valor y precio.
Valor vs. Precio: el costo del comercio justo
Por lo general, elegimos lo que consumimos según lo que la cartera nos permite, pero hay que recordar que a veces lo barato cuesta caro.
El precio es el dinero que pagas por un producto, su valor es la utilidad que este producto tiene para ti como consumidor.
Por ejemplo: De nada sirve comprar unos zapatos a muy buen precio si a los dos meses vas a tener que tirarlos porque se les despegó la suela y el costo de repararlos supera lo que pagaste por ellos.
Puede ser que encuentres productos a muy buen precio que no duren o que pierdan su valor a largo plazo. O que tengan un costo humano alto pues su elaboración implica un atropello a los derechos humanos.
Tal vez en el momento nos parezca que estamos desembolsando más al adquirir algún producto comercializado por medio del comercio justo. Pero hay que recordar que la mayor parte de las veces están producidos con materia prima de calidad, lo que añade valor y hace que duren más que productos industrializados de menor costo.
Si se trata de alimentos, es posible que, a largo plazo, el impacto a la salud de productos industrializados acabe costando más que haber consumido productos orgánicos. Este es otro valor agregado que no tomamos en cuenta cuando nos fijamos en los precios o cuando hacemos nuestro presupuesto para el súper.
Aunque no sea algo que afecte directamente nuestras finanzas inmediatas, también hay que considerar el costo social y ambiental de lo que consumimos. Y es que no es algo que se pueda contabilizar, pero sin duda, la forma en la que se explotan los recursos, tanto los humanos como los naturales, a la larga, nos acaba afectando como sociedad.
Entonces la diferencia entre valor y precio importa mucho. A la hora de tomar decisiones vale la pena pensar en factores como calidad, durabilidad, beneficios y hasta el impacto que causa a mayor escala. Tal vez habrá veces que valdrá la pena pagar un poco más por ciertos productos si con ello estamos agregándole valor a los derechos de las personas.
Todas las causas en las que creas son válidas para hacer una compra, pero antes debes recordar que para poder seguir contribuyendo a esas causas deberás de cuidar tu economía en primer lugar.
¿Es posible ser socialmente responsable sin arriesgar la cartera?
Se habla mucho de los derechos de los consumidores pero rara vez se menciona que como consumidores también tenemos responsabilidades. Puede ser que sólo pensemos en el impacto que los precios tienen sobre nuestras finanzas, y que no nos detengamos a pensar en el impacto social de nuestras decisiones de consumo.
Seamos honestos: estemos conscientes o no, cuando consumimos un producto, apoyamos cómo funciona la industria que lo produce. Y esto implica desde cómo se obtienen los recursos para elaborarlo hasta el salario que reciben los empleados y sus condiciones de trabajo.
¿Cómo ser un consumidor social y ambientalmente responsable sin que esto dañe tu cartera?
Infórmate y compara
Un consumo consciente implica que hagamos compras más informadas, poner atención en lo que estamos consumiendo y comparar quién nos ofrece el mejor equilibrio entre precio y valor.
- Al ser un consumidor que se informa y compara, tendrás la gran ventaja de reducir las compras por impulso. Muchas veces estas son las que más bajón le dan a nuestras finanzas.
- Identifica los productos que efectivamente sean de comercio justo u orgánicos. ¡Que no te den gato por liebre! No todo lo que hay en los estantes cumple con la promesa del vendedor. Al ser tendencia, actualmente muchos productores y fabricantes se suben a este tren sin tener productos de calidad que sustenten el precio que te ofrecen.
- Siempre que vayas a comprar algo, recuerda preguntarte qué estás pagando y a dónde se está yendo tu dinero en realidad.
Busca alternativas
Podemos ayudar al planeta con un poco de estrategia previa que asegure que estás invirtiendo en productos con causa y que incluso pueden ser parte de tu ahorro:
- Averigua qué se cultiva en tu región y consume frutas y verduras de temporada. Busca en tu localidad dónde encontrar pequeños productores que ofrezcan sus productos, y así estarás ayudando a tu comunidad y consumiendo directamente del productor sin intermediarios.
- Sabemos que comprar en tiendas que promueven estos valores es una experiencia, pero hay un sin fin de productos que pueden provenir del reciclaje, de tiendas de segunda mano o mercadillos. Asegúrate solo de comprar productos que no puedas encontrar por otra vía más amigable para el planeta.
- ¡Saca la bicla! Apuéstale al transporte alternativo. Además de traer beneficios para tu salud, alivianará tu gasto de transporte. Aquí te damos más tips para integrarla a tus trayectos diarios.
Planifica tu gasto
Las compras por impulso y las compras mal planeadas son un golpe a tus finanzas. Además generan desperdicio, lo que tiene un impacto en el ambiente y en tu cartera.
- Planificar tu gasto te ayudará a aprovechar mejor tus finanzas. Al ser consciente de lo que consumes y lo que necesitas, no comprarás de más. Además, esto te brindará mayor claridad de qué compras puedes hacer al mayoreo y cada cuánto tendrás que hacer ese gasto. La planificación puede ser la diferencia entre gastar en el precio de un producto e invertir en su valor.
- Si tu convicción sobre un producto con estas cualidades es absoluta pero representa un desbalance para tu economía puedes planificar su compra, ya sea ahorrando durante un periodo específico, buscándolo a precio de mayoreo o identificando periodos de descuentos con los vendedores.
Al final, hay más de un camino para encontrar el equilibrio entre la participación en causas sociales y comerciales justas y unas finanzas sanas. Lo cierto es que entre más consciente seas de lo que haces con tu dinero, más claro será el impacto que tu consumo tenga a nivel social y ambiental.
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