En el 2019 Rodrigo Torices trabajaba haciendo pautas digitales. Su carrera profesional se había desarrollado por completo dentro del frenético mundo de las agencias. Agencia de publicidad, agencia de relaciones públicas, agencia de eventos y otras catedrales de la neurosis fueron su casa durante más de diez años, un tiempo admirable tomando en cuenta la naturaleza de esas industrias. Poco después, la pandemia por covid-19 lo dejó en el desconocido universo del home office acompañado de una paga escueta, una ordinaria sobrecarga de trabajo y jornadas que en otros tiempos calificarían de criminales. Sin embargo, Rodrigo, mejor conocido como Toro, siempre se ubicó dentro del grupo de los inconformes.
Tras cambiar los bomberazos por la indulgencia del confinamiento, Toro comenzó a cocinar.
Rodrigo hizo hamburguesas. Sus hamburguesas eran experimentos que perseguían esa técnica de diner gringo en el que se prensa una bolita de carne jugosa sobre la plancha caliente. Su curiosidad e intuición le decián que ese método, poco usado en México, escondía algún secreto revolucionario.
Publicó en Instagram el resultado de sus pruebas, la gente comenzó a reaccionar y él no paró de cocinar y seguir experimentando.
Lo que comenzó como una exploración culinaria provocada por el distanciamiento social se convirtió en un reto personal para hacer de un platillo cotidiano algo extraordinario.
Poco a poco, la obsesión por hacer la mezcla perfecta de distintos cortes de carne molida le ganó a las estrategias publicitarias y después la estrategia para hornear el mejor bollo se volvió una prioridad. Al poco tiempo las consecuencias financieras provocadas por la pandemia azotaron su trabajo, la crisis lo alcanzó con un recorte de personal, pero Rodrigo ya rondaba la epítome hamburguesera.
El éxito lo interpretó como un feliz accidente al haber creado un negocio a través de un experimento que salía desde el puro amor por la cocina. Aunque al comienzo él hacia de todo; trabajaba la parrilla, freía las papas en su freidora casera, empacaba cada combo y los entregaba en moto, Rodrigo había creado su propio dark kitchen, sin darse cuenta.
El cambio y la disrupción no nacen de la comodidad. Permitirse ver esa hebra de posibilidad escondida en nuestras ideas puede llevarnos a vencer el miedo que nos impulse a no salir de nuestra zona de comfort, y eso lo aprendió Rodrigo con la creación de Chubbie’s Burgers.
Sin haber hecho jamás un plan financiero, ahora Rodrigo maneja una empresa de más de 300 empleados junto con otros socios que le entraron al proyecto. Toro apostó por concentrarse en sumar calidad y técnica, y es que claramente Chubbie’s no fue el primer restaurante de hamburguesas en México, pero sí el que se atrevió a entregar un valor único con su producto, uno que ninguna trasnacional ofrece hasta el momento, y adivina qué, a los hambrientos capitalinos les encantó. Conoce a Rodrigo Torices, otro inconforme de corazón que dejó atrás el estatu quo.
Inconformes Episodio 1
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